Penya Barcelonista de Lisboa

dilluns, de gener 12, 2009

No Diguis Blat Team


La machacona frase "no hemos ganado nada" ya no responde a la verdad

Por Sergi Pàmies. La Vanguardia

Para combatir el exceso de confianza, Guardiola recomienda: "No miréis la clasificación". Pero cuanto más lo repite, más ganas tengo de mirarla (me siento como un adolescente hojeando el Playboy a escondidas). Lo confieso: el entrenador del Barça me está desquiciando. Hasta ahora sabía cómo administrar las satisfacciones y los disgustos que implica ser aficionado de un equipo y de un deporte. Desde que llegó Guardiola, en cambio, me reprimo a mí mismo y a los culés de mi entorno. Si se les ocurre mostrarse entusiasmados con victorias como la de ayer, les pego broncas descomunales y les suelto prédicas insufribles sobre la humildad. De tanto repetir que hay que ir partido a partido, me están saliendo llagas en el alma, y cuando voy al psicólogo para vitaminar mis dudas sólo consigo repetir uno de los mantras de Laporta: "No me reconozco".

José Antonio Camacho, el entrenador del equipo que ayer - en un interesante y sordo duelo táctico-,no consiguió evitar otra victoria justa, suele decir que no eres un entrenador de verdad hasta que te han echado dos veces. ¿Significa eso que Guardiola no es un entrenador de verdad? Tendría gracia que los entrenadores buenos fueran los que no lo son. La satisfacción que debería producir la marcha del equipo ha sido abducida por el discurso oficial de la contención, esa forma de autoayuda reclamada por el gurú de Santpedor: no disfrutemos plenamente porque, si lo hacemos, nos sentiremos culpables de no respetar los mandamientos de una ley avalada por la sabiduría del refranero: tocar con los pies en el suelo, no vender la piel del oso y cualquier otro aforismo susceptible de ser aplicado a la reprimida exuberancia del No Diguis Blat Team (o, si lo prefieren, el Encara No Hem Guanyat Res Mecánico). Pero ¿de verdad no hemos ganado nada? ¿Acaso no valen las victorias acumuladas? ¿No son nada las noches de plácido sueño y las digestiones fluidas después de comprobar que, con amor propio e insistencia, has actuado con dignidad y entereza? ¿No es nada comprobar que cuando ves algún partido interesante por televisión (como el excelente Valencia-Villarreal del sábado), la primera referencia que te viene a la cabeza es el juego del Barça? ¿No se ha ganado nada volviendo a popularizar una mezcla de rendimiento, creatividad y perseverancia que entretiene y vivifica? ¿Todo esto depende exclusivamente de los títulos? Y, sin embargo, lo que más temo es el momento en el que Guardiola saldrá a la sala de prensa a reclamar realismo, contención y humildad (aplica a la psicología colectiva fundamentos de sexo tántrico: un continuo aplazamiento del éxtasis para, al final, multiplicar los placeres). En los tiempos de Van Gaal, temía la sala de prensa por las broncas cuarteleras y aquel desprecio patológico por la comunicación razonable y en igualdad de condiciones. Hoy temo lo contrario: que, con su labia hipnotizante y derrochando sensatez, Guardiola me convenza de que las mejores emociones para las que se inventaron el fútbol y su militancia - alegría, orgullo, admiración-son, en realidad, nuestro peor enemigo y aquello que nos destruye. Puede que el entrenador y los jugadores tengan razón, pero, al tenerla, se convierten en un atajo de sádicos: nos hacen disfrutar con partidos duros y trabajados como el de ayer y luego nos piden que contengamos nuestras manifestaciones de satisfacción con responsabilidad. En los dos últimos años, cuando las cosas iban mal (o peor), nos pidieron fe, confianza y caridad. Y hoy que las cosas van viento en popa, nos recomiendan contención y austeridad expresiva. Es absurdo, pero intentaré cumplir con esta recomendación. Aunque no descarto que, cualquier día de estos, sufra una hernia emocional por retención de alegría.