Messi en grande
Messi en grande
• El genio argentino eligió el derbi ante el Madrid para mostrarse como el 'crack' que endereza la torcida suerte de su equipo
Los genios no pueden ser demasiado frecuentes: deben reservarse para una cita ejecutiva con la gloria. Lionel Messi eligió el derbi ante el Real Madrid para mostrarse como el crack que endereza la torcida suerte de su equipo.El partido del sábado transcurrió como un publirreportaje en favor del fútbol. Si alguien vio la épica "por casualidad", ahora sabe que hay noches donde los goles caen como enigmas repetidos.Antes de la gesta, el Barcelona y el Real Madrid eran lujosos equipos deprimidos, sin derecho de pista en los aeropuertos de Europa. Recién eliminados de la Champions, no aprovecharían el sábado para descansar con los pies en alto y sedar la mente con la PlayStation. La industriosa ansiedad del fútbol no podía aguardarlos hasta el domingo. ¿Qué se esperaba de los héroes fatigados? Nada muy seguro. Una de esas noches en que no hay mejor táctica que frotar una pata de conejo.Ronaldinho perdió el primer balón dividido y equivocó el primer pase del partido. Aunque fueron dos jugadas sin trascendencia, los supersticiosos supimos que los pases dependerían de Deco.
GUTI SE HIZO notar desde muy pronto en el medio campo pero las oportunidades del Real Madrid se debieron menos a sus iniciativas que a los huecos abiertos por el enemigo. Se diría que la defensa del Barcelona estaba integrada por promotores del turismo ecológico, que dejaban áreas verdes para acampar. Márquez, Oleguer y Thuram solo se hacían presentes cuando se equivocaban. Su desempeño fue tan irregular que los caireles de Puyol no parecían los de un león alerta sino los de un mártir del cristianismo primitivo.Antes del minuto 4 Márquez hizo una entrada de cuchillero que merecía tarjeta; luego perdió un par de balones que no se explican por falta de técnica sino por distracción mental. Oleguer llegó con voluntad y tensa mirada de insomne, y una vez más demostró que eso no basta para jugar bien: provocó un penalti y se hizo expulsar por ejercer la rudeza en la zona más burocrática del campo, el medio campo de los trámites. Thuram ha dejado de ser un titán mundialista y sufre los embates de Cronos; se ha convertido en El Hombre Que Cae y luego busca sus gafas en el césped. Con tal cuadro bajo, el Madrid parecía dispuesto a colocar manteles blancos para una merienda en el área del Barça. Las intervenciones de Víctor Valdés resultaron providenciales en esa noche en que Puyol gritó como corredor de la bolsa de valores.Rijkaard no ha calibrado los defectos de una virtud: Iniesta, Deco y Xavi garantizan la triangulación con sus excelentes pases; ayudan mucho cuando tienen la pelota pero muy poco para recuperarla. Se parecen demasiado entre sí para que uno de ellos asuma los pesados trabajos de la marca.Si Rijkaard concebía un elegante edificio diseñado por tres arquitectos, Capello usaba asaltantes para atravesar paredes. En el derbi no estaba en juego el retiro de Capello por la sencilla razón de que se necesita algo más que una derrota para jubilar a un autócrata. En el reparto de legionarios romanos de Astérix ninguno tiene la impositiva quijada de Capello. Mientras Rijkaard se hacía el cartaginés con fantasiosas estrategias y débiles defensas, Capello confiaba en el sacrificio, el dolor y la avara eficacia. La suerte estaba echada.El clásico concebido para que el Camp Nou aliviara su autoestima, se encaminó a una guerra trágica cuando Sergio Ramos hizo una jugada que en apariencia no sabía hacer: peinó el balón con una técnica de embrujo, demostrando los misterios de un pelo que parece permanentemente duchado.
POCOANTES de que terminara el primer tiempo, Messi estuvo a punto de marcar su tercer gol. Falló, tal vez agobiado por la desmedida importancia de su desempeño. En los últimos 20 minutos, con el marcador 2-3, el Barça ameritaba más enfermería que táctica. El equipo se había entregado con devoción y desorden.El fútbol se distingue de otros deportes por demostrar que el empate puede ser una forma secreta del triunfo. Era el prodigio que aún podía deparar el derbi, y solo uno estaba facultado para hacerlo.El juego expiraba cuando Messi recortó a la defensa en eslalon. Quedó ante el inmenso Casillas en un momento que vale la pena detener. No había tiempo para otra jugada. El fútbol había escrito un guión descaradamente efectista.Messi vio el ángulo del que dependía su singular rito de paso y hacia ahí cruzó el disparo. Su tercer gol fue histórico. Nuestros recuerdos lo volverán legendario.
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