Penya Barcelonista de Lisboa

diumenge, de gener 14, 2007

David zarandea a Goliat



David zarandea a Goliat

El Espanyol imprime un severo castigo al Barcelona (3-1) mediante un perfecto ejercicio de contragolpe

ALEJANDRO CIRIZA / El País.com


Intensidad, juego, detalles y fútbol, mucho fútbol. Barcelona y Espanyol ofrecieron un encuentro cargado de emoción y buenas acciones en homenaje a los derbis metropolitanos.
Un partido cara a cara, sin nada ni nadie de por medio. Once bregadores, comandados por un individuo que se sale de la norma, De la Peña, se enfrentaban al dominio hegemónico planteado por el Barcelona en territorio enemigo.
David contra Goliat, Don Quijote frente a los molinos, como ustedes lo prefieran. El caso es que el Espanyol, cambiando el monótono rumbo de la historia, derrotó a su eterno enemigo escudado en su coraje.
Ni la vuelta de Ronaldinho, ni tan siquiera la dictatorialidad de la estadística, que hablaba de cuatro victorias azulgranas en las últimas cuatro visitas, pudieron con el ímpetu y la entrega españolista.
La cita arrancó con muchísima fuerza. El Espanyol, consciente de su gran oportunidad, salió dispuesto a devorar al Barcelona. Tamudo, Luis García, y sobre todo, un genial De la Peña, guiaron las acometidas blanquiazules, que poco a poco fueron acabando con el sofisticado engranaje de sus vecinos.
Un primer aviso de Lo Pelat a los cuatro minutos hacían presagiar un difícil combate para el Barça, como advertía Rijkaard los días previos. Instantes después, el habilidoso centrocampista se dejó caer en el área de su contendiente, pero Daudén Ibáñez no cayó en la treta. Exaltado, el Barcelona respondió de la mano de su mago, Ronaldinho, que enriqueció su fama de gran francotirador con un lanzamiento que se estrelló violentamente contra la escuadra de Kameni.
Pero la acción del brasileño supuso un mero espejismo, un débil rayo de luz que fue rápidamente disipado con una gran jugada de De la Peña que concluyó con un peligrosísimo tiro de Rufete.
Valdés, que cotiza al alta, rectificó en última instancia para enviar a córner.
Sin embargo, alcanzada la media hora emergió la figura de Tamudo, estandarte españolista, que desdibujó la cadera de Puyol para que Luis García ejecutase al portero azulgrana con un certero remate en semicaída.
Así, el Barcelona recibía un castigo que pone de manifiesto algunas de las carencias hasta ahora encubiertas por la calidad de sus figuras y la trascendencia vital de Deco o Eto'o.
Entre ellas, una fragilidad defensiva que a punto estuvo de costarle un segundo gol en una jugada calcada al primer tanto. Pero lo dicho. El Barcelona se ha aferrado definitivamente al arte de sus figuras ante la precariedad de su juego.
En los últimos compases de la primera mitad, el motor de los de Rijkaard comenzó a carburar. Gudjohnsen -¿de verdad es mejor que Saviola?- vio como Kameni se sacaba de la chistera una intervención prodigiosa que impedía el gol, y Ronaldinho probó con el enésimo lanzamiento de falta que se topó con la rocosa estela del camerunés.
Contragolpe letal
En la reanudación no cambiaron excesivamente las tornas del partido. El Espanyol, a la carga, y el Barça, muy previsible, a la espera de una mano de la diosa fortuna.
Y lo que son las cosas, esta llegó en forma de Conejo, sí. Saviola, que había sustituido al desaparecido Giuly en el intermedio, elaboró una bella jugada en la que pulverizó las mallas de la portería españolista tras marcharse de dos rivales.
El gol del argentino concedió un fugaz hálito de oxígeno a los azulgranas, pero el destino ya había retratado de antemano la machada ‘periquita’.
Tamudo, decisivo una vez más, aprovechó los desajustes defensivos de la pareja formada por Márquez y Puyol para batir a un resignado Valdés y terminar con el extenso dominio de los azulgranas.
El tanto del delantero blanquiazul en el 65’ dejó herido al Barcelona, que desde ese instante tuvo que hacer frente al ensañamiento del Espanyol y el estruendoso rugir de un Montjüic que no vibraba tanto hacía muchos años.
Rijkaard, contra natura, recurrió a Motta y Oleguer para tratar de buscar un inmerecido empate. Pandiani, muy fallón, pudo sentenciar en un mano a mano con Valdés que extrañamente desperdició. Pero la criba no terminó ahí.
El uruguayo volvió a acariciar el gol en un excelente testarazo picado que besó el larguero de la meta rival.
Rijkaard, fuera de sí, ejemplificó el desquiciamiento del Barça destrozando parte del paravientos que completaba su banquillo.
Los minutos se consumían, y lejos de achuchar, el Barcelona reculó hasta posibilitar un mayor desgaste por parte del Espanyol, que hizo un perfecto ejercicio de contragolpe que quedó enmarcado con el postrero tanto de Rufete.
3-1, y una victoria que salda cuentas pendientes para el Espanyol -hacia cinco años que no derrotaba al vecino en su estadio- y pone de manifiesto el diluir del Barcelona. Un dominio que, a este paso, ofrece serios visos de agotarse.