Valdés dicta sentencia
Valdés dicta sentencia El Barça se impone al Villarreal con una gran actuación del guardameta
Sustentado por un majestuoso Valdés, dirigido por un atrevido Thiago, agitado por un Messi de repuesto y, finalmente, coronado por un polémico tanto de Piqué. Así finiquitó el Barça su paso por El Madrigal. Con una victoria que le asoma al alirón, puesto que ya aventaja por ocho puntos al Madrid a falta de otras tantas jornadas. El Barça tiró de su magnífico portero la noche en que su superioridad fue discutida por un dignísimo Villarreal, frenado tan solo por un arquero iluminado. Sorprendió Guardiola con la alineación de Thiago, lo más parecido a Xavi en la plantilla. Y, sí, el mediocentro hispano-brasileño le dio la razón. La cantera azulgrana es eterna. A los cinco minutos ya había mostrado su pase predilecto: un toque con el exterior del empeine derecho a Iniesta que despertó un suspiro de admiración en la grada. Rossi y Valdés se iban a encontrar. Primero, Valdés sacó un uno contra uno a Rossi. El regate hacia su derecha se quedó corto para los largos brazos del portero azulgrana. El italiano había superado en la carrera a Busquets, de nuevo central de emergencia. Poco después, Valdés volvería a repeler con la manopla izquierda un disparo cruzado de Rossi, que en las dos ocasiones había ganado la posición aprovechando sendos servicios magistrales de Cazorla. Sin Xavi ni Messi en el campo, la pelota estuvo más discutida de lo acostumbrado, sobre todo porque Cazorla y Borja Valero hicieron acopio de ella con la sutileza que les caracteriza. Tras 20 minutos frenéticos, el partido se tomó un tiempo muerto, como si hubiera entrado en una especie de rondo gigante. A ver quién mantenía más el balón, a ver quién lo gestionaba mejor en escasos espacios. En la búsqueda de la excelencia técnica, tenía las de ganar el conjunto azulgrana, pero el exceso de retórica le alejó de las áreas. En parte, porque se atrancó en los extremos: ni Afellay pudo con Mario ni Alves con Catalá, dos laterales de la cantera que han relegado al banquillo a gente consagrada como Cicinho y Capdevila respectivamente. El atacante holandés volvió a dar síntomas de bisoñez. Desde que Garrido optara por Marchena en el eje en compañía de Bruno, el Villarreal se siente más abrigado, pero también depende más de la velocidad de Rossi, que solo pudo explotar en el primer cuarto. Sin nadie que le diera un relevo en los desmarques de ruptura, puesto que a Marco Ruben le falta explosividad para ello. El hombre era Nilmar, una bala en el banquillo. Busquets y Piqué ajustaron los marcajes y el primero se fue soltando a menudo a la medular, sabiendo que Mascherano le cubría la espalda en el centro de la zaga. Tras la inesperada derrota del Madrid en el Bernabéu ante el Sporting, Guardiola dio un respiro a Messi en el primer periodo, al tiempo que los azulgrana acometieron el encuentro sin la fiereza habitual. Apagado Villa y poco participativo Iniesta, un atentísimo Diego López pasó una velada más plácida de lo esperado. Habida cuenta de la magnitud del rival, el Villarreal también se daba por satisfecho con el empate: Garrido alentó desde la banda al árbitro a que pitara el final de la primera parte. Thiago conectó el despertador en el arranque de la segunda mitad: empezó a mover con mucho más ritmo el balón. Y, mientras Alves era atendido por una entrada de Marchena y Thiago recibía nuevas instrucciones de Tito Vilanova, la parte azulgrana del Madrigal empezó a atronar ante la inminente entrada de Messi. El Barça le puso otra marcha al partido y Garrido entendió que era el momento de sacar también el as que le quedaba, Nilmar. Lo advirtió Valdés, que salió de su área más de 20 metros para cortar la primera internada del brasileño. A partir de entonces, el portero azulgrana actuó volcado en el balcón del área, dispuesto a salir al corte, aleccionado seguramente por Guardiola. Todo parece estudiado por el banquillo barcelonista. El encuentro empezó a descoserse y el público lo agradeció, convencido de que le esperaba lo mejor. Los primeros zigzagueos de Messi y, sobre todo, sus regates en corto, tan secos como un golpe de kárate, anunciaban tormenta en El Madrigal. La que desencadenó Piqué al reventar la pelota a escasos metros de Diego López tras haber peinado Busquets un centro de córner de Alves. La grada pidió manos de Piqué en el control después de haber amortiguado la pelota con el pecho. Como último recurso, Garrido retiró a Marchena a fin de estirar más a su equipo con Cani. No lo logró, pero sí dispuso de un último deseo: un disparo a bocajarro de Cazorla a escasos cinco metros de Valdés. El Madrigal cantaba el empate cuando el instinto del arquero le reportó otra parada memorable, tras la cual se abrazó efusivamente a su compañero Alves. Una parada que abrochaba un título.
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